En las últimas semanas, la disminución de los niveles de agua del río Paraná ha vuelto a ocupar el centro del debate logístico y agroindustrial en Argentina.

Este río, vital para la hidrovía y el transporte de carga de granos, harinas y aceites, enfrenta un preocupante descenso que afecta directamente las exportaciones desde la región del Up River, que en 2023 fue responsable del 76% de las exportaciones de estos productos de acuerdo al estudio publicado por Guido D’Angelo, Pablo Ybañez y Emilce Terré, especialistas de la Bolsa de Comercio de Rosario.

Los bajos caudales del Paraná han generado un aumento en los costos para los exportadores, quienes se ven obligados a reducir el volumen de carga en los buques que operan en los puertos del Gran Rosario. En condiciones normales, los barcos deberían estar cargando con un calado de 34 pies, sin embargo, las actuales restricciones los obligan a operar con apenas 31 pies. Esta situación implica la necesidad de completar la carga en otros puertos, lo que incrementa los costos y reduce la competitividad del sector agroindustrial local.

A pesar de que en mayo el nivel del río había alcanzado un pico por encima de los tres metros, superando los promedios históricos, en los últimos meses el Paraná ha registrado un descenso notable. La altura hidrométrica en Rosario apenas supera el medio metro, lo que representa una disminución del 74% en comparación con la misma semana de 2023. Para encontrar un registro similar, debemos remontarnos a 1970, salvo el caso excepcional de 2021.

Este contexto afecta de manera directa la capacidad de carga promedio de los buques que operan en la zona del Up River, que en los últimos dos meses se ha ubicado en poco más de 34.000 toneladas por barco, un valor inferior a las más de 36.000 toneladas registradas en agosto del año pasado.

Aunque aún estamos lejos de los niveles críticos de 2021 y 2022, cuando la carga promedio descendió a menos de 32.000 toneladas por buque, las expectativas para los próximos meses no son alentadoras.

Los pronósticos del Instituto Nacional del Agua (INA) confirman que no se esperan grandes mejoras en los caudales del Paraná hasta al menos mediados de noviembre. Incluso en los escenarios más optimistas, el nivel del río en Rosario no superaría el metro de altura, y en los peores casos, podría acercarse peligrosamente al cero. La cuenca del río Paraguay, un afluente clave para el Paraná, también enfrenta una situación crítica, con niveles persistentemente bajos y sin perspectivas de mejora.

La agroindustria ya comienza a sentir el impacto de esta situación. Se espera que entre septiembre y diciembre de este año se despachen cerca de 13,8 millones de toneladas de trigo, harina de soja y maíz desde el Up River.

Para lograr este objetivo, y considerando el promedio de carga actual, se necesitarían 406 buques, 23 más que el promedio del año pasado. Este aumento en la demanda de buques podría generar un incremento en los costos y afectar la rentabilidad de las exportaciones.

La situación del Paraná ha sido preocupante desde mediados de junio, cuando se registraron los primeros niveles bajos sostenidos en Rosario. A medida que nos acercamos al pico de la temporada de exportación de trigo, las perspectivas son cada vez más sombrías, y el sector agroindustrial se enfrenta a pérdidas significativas si los niveles de agua no mejoran en los próximos meses.