La severa bajante del río Paraná presenta un panorama preocupante para las autoridades, agroexportadores y operadores portuarios.

Por Ariel Armero

La bajante del río Paraná está generando un panorama preocupante para autoridades, agroexportadores y operadores portuarios, quienes ven cómo el descenso del caudal afecta gravemente la capacidad de transporte fluvial. A medida que el nivel del río sigue cayendo, las actuales alternativas logísticas no podrán sostener por mucho tiempo la creciente presión de los volúmenes de carga en movimiento.

La necesidad de una infraestructura fluvial y portuaria más resiliente y adaptable a las fluctuaciones climáticas se vuelve cada vez más evidente.

Con la disminución del nivel de agua, son cada vez más frecuentes los casos de barcos varados en los puertos, incapaces de zarpar. “Hay barcos que no pueden salir porque el río sigue bajando y simplemente no se puede navegar sin riesgo de quedar varado”, alertaron fuentes locales. Recientes incidentes reportaron buques fondeados en las radas de San Nicolás, Villa Constitución y Rosario, lo que refleja claramente la gravedad de la situación.

En respuesta, la Prefectura Naval Argentina ha establecido un calado máximo de navegación de 8,88 metros, una medida crítica para garantizar la seguridad del tráfico fluvial. Sin embargo, muchas embarcaciones que navegan por esta vía superan los 10 metros de calado, lo que imposibilita su tránsito por el Paraná bajo estas condiciones.

Un desafío para la economía exportadora

Aunque la situación aún no alcanza los niveles críticos de la crisis de 2020, cuando el río expuso sus cauces más bajos en décadas, la memoria de aquel desastre mantiene a los usuarios de la hidrovía Paraná-Paraguay en alerta. Si bien las autoridades buscan tranquilizar a los actores del sector, asegurando que la bajante actual no llegará a los extremos observados entre 2020 y 2022, el temor persiste.

Expertos en climatología señalan que este fenómeno se debe principalmente a la escasez de precipitaciones en Brasil, que ha generado un invierno complicado, aunque no tan grave como el de 2020. Aun así, el impacto en la logística portuaria es significativo.

Frente a esta crisis, despachantes de granos han comenzado a desviar sus exportaciones al puerto de Bahía Blanca, utilizando rutas terrestres y ferroviarias. Si bien esta opción ha emergido como una alternativa temporal, con la recepción de hasta 20.000 camiones y buques que transportan hasta 8.000 toneladas por viaje, genera sobrecargas en otros puntos del sistema logístico argentino.

Limitaciones de la Infraestructura

A pesar de los esfuerzos de la empresa belga Jan de Nul, encargada del dragado del río bajo la coordinación de la Administración General de Puertos (AGP), las restricciones vigentes impiden dragar más allá de la profundidad de diseño. Esta realidad ha dejado a varios buques varados, incapaces de navegar con seguridad, a pesar de los intentos por mantener las rutas comerciales abiertas.

La Bolsa de Comercio de Rosario ha advertido que la carga promedio de los buques se ha reducido en un 6% en comparación con el mismo mes del año anterior. Además, el nivel del Paraná en septiembre alcanzó mínimos históricos, posicionándose como el segundo más bajo desde 1970. Un dato preocupante para la industria agroexportadora, que no prevé mejoras significativas en los próximos meses.

La situación podría seguir generando costos adicionales para las empresas agroexportadoras, que se ven obligadas a ajustar el volumen de carga en las terminales de Rosario y complementar los envíos desde otros puertos. La persistente baja del río también afecta los precios de exportación debido a las menores cantidades transportadas en cada embarque. La Bolsa de Rosario ya ha advertido que, de continuar estos niveles, las pérdidas para la agroindustria podrían ser considerables en los próximos meses.

La necesidad de una acción coordinada

Las inversiones en tecnología de dragado, la expansión de rutas alternativas y la mejora de infraestructuras portuarias deben ser prioridad para autoridades y operadores logísticos, de cara a futuras crisis. Al mismo tiempo, la colaboración entre los países que comparten la hidrovía Paraná-Paraguay será crucial para mitigar los efectos del cambio climático y asegurar que el transporte fluvial siga siendo una vía comercial eficiente y confiable.