Un estudio de atribución realizado desde World Weather Attribution (WWA) analizó el rol que los cambios antropogénicos en el clima pueden tener sobre la reducción de las lluvias.
Desde 2019, gran parte de Argentina y países vecinos vienen experimentando condiciones de sequía. En los últimos cuatro meses de 2022, se recibió solo el 44 % de la precipitación media, lo que se traduce en el menor valor en 35 años.
Pero, ¿es el cambio climático el causante de esto? Un grupo de científicos y científicas de seis países, liderados desde World Weather Attribution (WWA) realizó un análisis de atribución, con el objetivo de determinar la relación entre ambos actores.
Para cuantificar el efecto que el cambio climático antropogénico tiene sobre la sequía en la región, se analizaron simulaciones de modelos computacionales y se comparó la situación actual con el clima del pasado.
En este estudio, se centraron en los niveles de precipitación del último trimestre del 2022 (octubre-noviembre-diciembre) para una región que incluye una gran porción de Argentina, todo Uruguay y el sur de Brasil. Ante el clima actual, las chances de que sea tan poca la precipitación rondan el 5 %, pero no encontraron evidencia suficiente de que esto se deba al cambio climático.
Un factor importante a tener en cuenta al buscar las causas del déficit de lluvias puede ser La Niña, que durante 2022 estuvo presente por tercer año consecutivo. En la región de estudio, este evento incrementa las posibilidades de altas temperaturas y baja precipitación.
El rol de las temperaturas
Esta parte de Sudamérica también fue testigo de intensas olas de calor, las cuales incrementan su frecuencia, intensidad y duración debido al cambio climático. Por eso, autores y autoras de este estudio buscaron una posible relación entre las temperaturas altas y la sequía.
Se encontró que, en los modelos estudiados, los valores de temperaturas registrados a fin de 2022 (atribuidos al cambio climático) tienen un impacto en la disminución del agua disponible superficial. Esto indicaría que el cambio climático probablemente redujo la reserva de agua, lo que agravó la situación de sequía.
Uno de los mayores afectados es sin duda el sector agrícola, ya que se genera un estrés térmico e hídrico sobre los cultivos. “El alto impacto de la sequía en la agricultura habla de una necesidad de reducir la vulnerabilidad a la sequía en la región. Medidas como la mejora en la administración y la eficiencia del agua, anticipación de la sequía a través de pronósticos estacionales y seguros que ayuden a los agricultores durante los “años secos” pueden aumentar la resiliencia ante estos eventos”, concluye el estudio.