Por Lucas Chiappe//
El comercio exterior argentino se encuentra promediando el primer semestre, época en donde suele ser protagónico el segmento agroexportador, que es en definitiva quien aporta mayor cantidad de divisas en términos históricos y actuales. Tras situarnos posteriores a una grave sequía que bajó los rendimientos, oportunidades de negocios y también rentabilidades, en el sector se aguardaba con mucho optimismo la campaña 2024, para revertir aquel crítico 2023. Más aún, cuando hasta comienzos del año, se anunciaba que la cosecha podría llegar a ser récord. Detalle no menor.
Si bien es cierto que durante los primeros meses del año el ritmo de liquidación e ingreso de dólares por exportación fue superior al 2023, se puede establecer que gran parte devino de la ventaja que encontraron los exportadores posterior a la devaluación. No obstante, a medida que comenzó a transcurrir el tiempo, la ventaja competitiva (externa) encontrada en un principio, se fue depurando y con ello las liquidaciones; quedando los primeros 5 meses del año por debajo del 2023. De hecho, Mayo ha sido un mes de alarma, el sector agroexportador liquidó un 37% menos que en Mayo 2023.
La merma en las exportaciones guarda una relación muy directa con el TCRM. Esto implica que con el transcurrir del tiempo, la competitividad se fue agotando al pasar de un TCRM del 162,18 % desde el Jueves 16 de Diciembre (es decir 62,18 puntos sobre el nivel de equilibrio) al 89,31% el 31 de Mayo (-10,69 puntos por debajo del nivel de equilibrio). Si bien el Tipo de Cambio Real Multilateral no es la única variable a tener en cuenta, sí es importante para el análisis de las exportaciones, ya que permite un desdoble de variables para analizar: factores exógenos y factores endógenos.
En primer lugar y relacionado a los factores endógenos, vale destacar que la inicial competitividad externa lograda a través de la devaluación en Diciembre 2023, luego fue receptora de una fuerte “licuación” de dicha ventaja en consecuencia del espiral inflacionario, (que no sólo volvió como un búmeran por la acción devaluatoria en sí misma), sino también por la acción de liberación de precios y tarifas, el unísono de la devaluación. Es decir, este “pack” de acciones o medidas llevadas adelante en forma simultánea, se tradujeron en un fuerte aumento de los costos fijos para el productor como pueden ser alquileres, personal, insumos, gasoil, servicios, mantenimiento de planta, etc.
A raíz de esto, la suma de los factores indujo a un aumento en los costos de producción, que a su vez mermó la competitividad externa de muchos exportadores, situándolos en un nuevo panorama: mayor riesgo y menor margen de rentabilidad. Sobre esto, un crawling peg del 2% mensual que quedó desfasado ante el aumento de los costos locales en pesos. Punto importante, ya que más allá de los límites futuros en la apreciación del TCRM, la política monetaria pareciera encontrarse más enfocada en las metas de inflación que en la competitividad internacional para potenciar el ingreso de divisas. Desde esa visión, se supone entonces la continuidad de un tipo de cambio en la misma sintonía. Pero, también está presente la visión de creer que no es posible sostener el nivel de crawling mensual durante el resto del año y con ello, una hipotética devaluación que permita equilibrar el TCRM. En esos 2 polos si dirimen y dirimieron las estrategias y proyecciones de productores / exportadores, con relación al desarrollo de negocios durante el presente 2024.
En la otra ventana de variables, los factores exógenos, representados principalmente en su mayor elasticidad / ingreso para nuestras exportaciones, por los precios internacionales de las materias primas. En definitiva, una variable que resume o, mejor dicho, es el resultado de la interacción de otras variables, asociadas a las circunstancias globales como el flujo del comercio, las economías y el saldo total exportable de los principales commodities. Ese saldo exportable, que es, a fin de cuentas, lo que da a lugar a la oferta global.
En este sentido y a nivel generalizado, los precios internacionales de las materias primas han ido con tendencia a la baja, luego de un pico durante el primer tramo del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania en 2022, hasta principios del 2024. De hecho, ha tenido un camino generalizado a la baja hasta el momento de las inundaciones en el sur de Brasil. País que, por escala, dotación geográfica y productividad, es uno de los principales exportadores de materias primas y alimentos como porotos de soja, maíz, carne y pollo congelado. De allí en más, ante el riesgo corriente de stocks y perdidas en algunos campos brasileros, los precios internacionales de commodities como la soja, han tendido al alza (con menor intensidad que en 2022, pero si en una leve tendencia positiva).
Además, Estados Unidos como potencia en disputa global juega su rol y manteniendo la tasa de interés en niveles altos, termina presionando sobre la demanda mundial y con ello, la caída en los precios internacionales. Por si fuera poco, las proyecciones en Abril dieron continuidad a la FED, que no estaba conforme con los objetivos de inflación y decidió entonces, sostener el rumbo de “tasas altas”. Rumbo que probablemente prevalezca gran parte del año y a su vez hizo que pudiera absorber flujo de divisas desde otros países y carterizar el ingreso de divisas fortaleciendo al dólar, contra una devaluación indirecta a nivel global de las monedas ponderadas a dicha moneda.
El asunto está en los límites la política monetaria de la FED, considerando que a fin de año hay elecciones en Estados Unidos y una fuerte contracción de la economía para secar la plaza y frenar la inflación, no sería dichoso desde el lente racional del electorado, para quien aspira a ganar las elecciones. Esa reversión la tasa de interés y consecuentemente del dólar a nivel global, en el momento que se dé (ya sea para fines de 2024 o un poquito más adelante), podría dar lugar a otros precios internacionales y con ello, nuevos horizontes a los países exportadores de alimentos y materias primas.
Todo esto, además, en un contexto internacional muy dinámico y agresivo, con nodos de conflictos en diferentes partes del mapa. Un mundo que lejos de estabilizarse, agudiza su confrontación. A su vez, las fluctuaciones climáticas y las acciones que en consecuencia llevará adelante Brasil desde su articulación internacional (BRICS) y/o Estados Unidos, tanto en su oferta exportable, como en su política doméstica e injerencia en Europa o Taiwán; brindan un escenario cuanto menos volátil acerca de si los precios seguirán en esta sintonía o no, conforme al avance de los hechos.
Pero, volviendo a nuestro terreno local, lo fundamental es que la cosecha si bien es heterogénea en las diferentes regiones del país (y todavía en una parte importante, como el norte argentino no se ha podido avanzar en plenitud producto de heladas y humedad), estamos en condiciones de afirmar que es totalmente mejor al año 2023 y esa, es la principal variable.
Sin cosecha no hay stock, y sin stock por más competitividad que existiere; no es posible exportar. Por lo tanto, estamos en un 2024 que transitará una buena campaña desde el lado de la oferta, pero con ciertas consideraciones para adecuar a la demanda externa.
La campaña fundamentalmente en zona núcleo tiene buenas perspectivas y los últimos rindes de la soja así lo convalidan, con mejor impronta que el maíz y el fenómeno “chicharrita”; que se diseminó en gran parte del país reduciendo los rendimientos. Es importante destacar que la cosecha a nivel general sufrió un retraso producto de circunstancias climáticas en momentos claves.
Una serie de complejidades que no permitieron traccionar las exportaciones al retrasarse la operatividad por lluvias, anegaciones y alta humedad en los granos a cosechar. Es decir, una buena cosecha pero que, en momentos de definiciones, dio traspiés por cuestiones climáticas adversas. Sobre eso, los mencionados bajos precios internacionales e incentivos en la formación del precio final, que no terminan de convencer a los productores y exportadores.
Ante esta situación, se da un presente ambiguo entre los que eligen liquidar y los que eligen (o pueden), esperar. Las situaciones no son lineales para todos. Hay exportadores más endeudados y otros menos endeudados, como también hay productores con mayor espalda financiera y otros con mayor necesidad de ingreso inmediato. Aunque, la propia política monetaria también de algún modo retroalimentó esta situación. Es que, las permanentes bajas en las tasas interés por el BCRA, han resultado como herramienta del sector para refinanciar deudas y preservar la mercadería al resguardo de mejores condiciones. Siempre y cuando, su acuerdo, contrato o demás circunstancias del negocio, así lo permitieran.
Entonces aquí no sólo tenemos condiciones heterogéneas sino también, variables heterogéneas relacionadas al impacto en los costos fijos de cada empresa, los niveles de deuda de cada compañía (muchos relacionados a la magra campaña 2023) y el siempre importante diferencial, entre aquellos que alquilan la tierra para producir y los que son dueños. En definitiva, estamos ante una cosecha positiva, pero heterogénea.
El stock en espera de mejores condiciones, un stock de oferta que este año prácticamente duplicará al 2023. Por ejemplo, en la soja se estiman 100 MT en 2024 vs las 56 MT en 2024. Pero si comparamos las liquidaciones del agro en Mayo de 2024 con 2023, podemos encontrarnos con números inferiores y eso no es buena señal. Y, además, con el dato no menor que todavía hay muchísima mercadería sin precio, sin vender. Esto es, mercadería a la espera como resguardo de valor que resume en algún punto todo lo enunciado.
Los factores exógenos y endógenos están a la vista, en la economía se dice que el hombre es un ser racional que busca maximizar su beneficio. Pero también, para que un negocio sea viable, tiene que ser rentable. En ese devenir, prácticamente se fue yendo el primer semestre del año.
Entre expectativas y realidades, en un mundo cambiante y desafiante. Lo importante, es que los vectores de competitividad que el S XXI se disputa a nivel global, están en el territorio argentino y no son tan sensibles a tipos de cambio o precios. Son más bien inelásticos e indispensables para las próximas décadas y generaciones mundiales. Sólo hay que saber aprovecharlos.