Por Jan Kok
Tanto la infraestructura necesaria como la inversión en producción son viables si el Estado las permite sin restricciones arbitrarias y con seguridad jurídica y estabilidad financiera e impositiva.
Este invierno no va a ser distinto a los recientes en lo que respecta a la apretada situación o, escasez, de combustibles. La gran diferencia con los anteriores es la complicada disponibilidad de fondos para cubrirlo con importaciones.
Mientras que CAMMESA ha licitado un numero de cargamentos de combustibles líquidos mucho mayor que en años anteriores para asegurar la generación eléctrica, a la fecha IEASA ha licitado unos 17 cargamentos de GNL que cubren hasta julio y están en proceso de licitar unas 13 adicionales para agosto. Lejos de las 56 que se compraron en 2021 a precios que las triplican a causa de mayor demanda. Esto, considerando los tiempos en que vamos, ya por el tercer o cuarto año, en debates sobre la construcción del gasoducto, actualmente llamado Néstor Kirchner, se repetirá el año que viene, dado que no va a estar listo ni por asomo y que la demanda invernal no se puede cubrir por estar colmada la capacidad de transporte (gasoductos) desde, hace ya, cerca de una década.
La invasión de Rusia a Ucrania ha generado una disrupción fenomenal en el mercado, ampliamente comentada en todos los medios, pero no hay que olvidar que en la transición proyectada hacia 2050 donde se pretende prescindir de combustibles fósiles (ambiciosa si las hay), existe una demanda creciente de GNL que venía dándose anteriormente y que solo ha menguado por esta situación.
Esto no va a cambiar, muy por el contrario, tenderá a agravarse en los próximos años, por no decir décadas ya que el gas o GNL son, por excelencia, los combustibles de transición entre carbón y petróleo hacia energías no contaminantes.
Como ya fue escrito en varias oportunidades, la Argentina tiene una única y última posibilidad de participar en estas tres décadas en el suministro del tan requerido gas/GNL.
Para empezar, de una vez por todas hay que terminar con el gasoducto mencionado. A título de comparación, quizás no muy simpática para muchos, cuando en 1977 se descubrió el yacimiento Loma de la Lata con todo su potencial, en 1980 ya estaba produciendo y cuando la capacidad de los gasoductos existentes se veía ya con necesidad de ampliación, a partir del Decreto 674/1987 se construyó uno de 2.000 kilómetros, 36 pulgadas (por primera vez en Argentina) en tiempo récord, con premio por terminación anticipada inaugurado en 1988, en un formato público privado adecuado a ese momento y, vale la pena mencionarlo, sin acusaciones de corrupción. O sea que es posible.
Recientemente el Financial Times, seguramente haciéndose eco de las varias publicaciones sobre el potencial de Vaca Muerta, mencionó el interés mundial de la posible participación de Argentina en exportaciones de GNL poniéndolo a la par de Qatar y Australia, aunque mencionando las dificultades que pone el Estado para su desarrollo. Las inversiones necesarias son gigantescas, pero, y eso es el quid de la cuestión, son autofinanciables por el producido de la exportación resultante.
Tanto la infraestructura necesaria como la inversión en producción son viables si el Estado las permite sin restricciones arbitrarias y con seguridad jurídica y estabilidad financiera e impositiva. El artículo termina con una frase muy interesante que reza: “A medida que la estampida que se aleja de Rusia conduce a un rediseño del mapa energético global, el gobierno de la Argentina debe moverse más rápido y con más audacia si las empresas que se quedaron con Vaca Muerta deben ser recompensadas con un potro bronco, en lugar de una vaca letárgica”. Mejor descripto imposible.
Fuente: Transport & Cargo, El Cronista