Cómo Argentina va a cubrirse la demanda energética de 2022 es una incógnita. Para 2023 no hay aún razones para pensar que vaya a ser diferente salvo que finalmente se desarrolle una política de estado que incluso nos convierta en país exportador.
Por Jan Kok
Hasta antes de la brutal agresión rusa a Ucrania el mundo debatía prioritariamente como transitar de un uso de energías contaminantes a emisión cero. La dependencia de Europa, especialmente Alemania y vecinos, del gas provisto por gasoductos desde Rusia la ha puesto ante decisiones inminentes respecto a su independencia energética.
Según publicación reciente del Bank of America esta independencia energética se ha convertido en la prioridad estratégica número uno para Europa con fuertísimas inversiones proyectadas a esos efectos. Los técnicos y políticos se encuentran fervientemente en la búsqueda de alternativas inmediatas, que estaban pensadas a plazos muy largos.
Se han tenido que reactivar centrales térmicas a carbón, reconsiderar o posponer clausura de centrales nucleares y se trabaja en acelerar proyectos de energías limpias. Alemania, después de haber descartado la construcción de terminales de regasificación de GNL en favor de un gasoducto adicional, se ha visto forzada a reconsiderar, en estos días, por lo menos una nueva terminal y contratar capacidad de suministro en las existentes de países vecinos.
Independiente de una esperemos muy pronta concusión de la guerra/invasión, es más que probable que la relación con Rusia no vuelva a ser igual. Rusia, probablemente, deje de ser el proveedor confiable de Occidente, con funestas consecuencias para su economía.
Esto seguramente acelere la transición a combustibles limpios en un proceso más acelerado que el objetivo de emisión cero para 2050.
Las energías alternativas están, mayormente, en etapas de desarrollo que no pueden dar solución inmediata a la independencia energética del mundo. Si se van a poder modificar las fechas tentativas de reducción de emisiones está por verse.
Mientras tanto, la dependencia mundial de GNL se ha visto desbordada. Se han contratado precios nunca vistos en suministros spot y la puja por asegurarse contratos, de corto, mediano y largo plazo, es durísima y recién empieza a vislumbrarse.
Según la publicación de Shell LNG Outlook 2022 de febrero, la demanda de GNL se verá incrementada de los actuales aproximadamente 380 millones de toneladas anuales (MTPA) al orden de más de 700 MTPA en 2040 con un faltante entre producción existente y contratada en firme, hasta cubrirla, del orden de las 350 MTPA. Esto, nuevamente, agravado y con consecuencias imprevisibles por la guerra/agresión mencionada.
¿Y por casa cómo andamos? Argentina, nuevamente, deberá importar combustibles para “pasar el invierno”. El costo de este año es difícil de estimar, pero va a ser seguramente muy superior al del año pasado.
Cómo va a cubrirse la demanda energética de 2022 es una pregunta sin posibilidad de respuesta clara. Para 2023 no hay aún razones para pensar que vaya a ser diferente salvo que finalmente se desarrolle una política de estado que mire algo más allá de las próximas elecciones y se actúe en consecuencia.
Como ya he escrito antes, Argentina debe convertirse en un exportador de gas/GNL al plazo menor posible. Hay dos temas históricos fundamentales a cambiar. Por una parte, la eterna falta de seguridad y, fundamentalmente, estabilidad jurídica y fiscal que permita financiar proyectos de largo plazo.
La otra es el cambio de paradigma de solamente exportar excedentes. La única forma de cortar este nudo gordiano es generar condiciones para que el país sea mayormente exportador, lo que inevitablemente redundaría en seguridad de abastecimiento local.
Un país es rico, no por lo que tiene sino por lo que produce. Argentina tiene el gas bajo tierra. Si no lo saca antes de 2050 se habrá perdido una de las oportunidades más importantes de desarrollo de la historia del país y, probablemente, irrepetibles. Fuente Transport & Cargo