Con precios en alza y una producción de granos que podría ser la tercera más grande de la historia, el año perfila favorable para los agronegocios.
Promediando febrero, las cosechas de verano transitan por etapas de plena definición. El arranque no había sido prometedor: una prolongada sequía se extendió durante el segundo semestre del 2020 y la confirmación de “año Niña” ponía en jaque las previsiones para la campaña. El rumbo luego cambió con las lluvias de enero y si bien las cuentas no están cerradas, hace pocos días la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) estimó la producción de soja en 49 millones de toneladas, volumen menor al potencial pero superior a las expectativas iniciales.
La producción total de granos correspondiente al ciclo 2020/21 se encamina así a un número cercano a 126 millones de toneladas, la tercera más grande de la historia después de las últimas dos campañas: 140 millones en la 2018/19 y 132 millones en la 2019/20, según datos de BCR-GEA para soja, trigo y maíz y del MAGyP para 10 cultivos restantes entre los más importantes del país. Las pérdidas ocurridas en los cereales de invierno -afectados por la sequía- y el impacto de las siembras tardías son los mayores responsables de la baja que se anticipa para este año.
A poco más de un mes para que se produzca el ingreso de la cosecha gruesa al circuito comercial, comienzan a delinearse sus implicancias para la macroeconomía. La pérdida de rindes podrá compensarse en muchas zonas con el salto interanual de los precios, empujado por la llegada del mercado internacional a máximos de siete años. Así, consultores privados aseguran que -a pesar de la caída de volúmenes- el valor de la cosecha expresado en millones de dólares se ubicará al menos 30% por encima del correspondiente al año pasado, superando el umbral de los US$ 40.000 millones.
Se trata de una bocanada de aire fresco para el interior y supone un empujón enorme para la actividad económica en uno de sus momentos más críticos. El termómetro será más preciso durante el segundo trimestre. El ritmo de ventas de los productores irá marcando el saldo de la balanza comercial, el ingreso de divisas y la recaudación fiscal, pero no tiene implicancias sobre el aporte del agro al Producto Interno Bruto (PIB), en un año en el que Argentina necesita dejar atrás la crisis y comenzar una larga reactivación. En este contexto, el aporte del campo será clave para la recuperación.
Datos del INDEC confirman que durante 2020 los embarques de cereales y oleaginosas, incluyendo derivados industriales, superaron los US$ 25.000 millones sobre un total exportado de bienes por US$ 54.884 millones. Es decir, la agroindustria representó el 46% de las ventas externas del país, solo contando el complejo granos. De incluirse además la ganadería, los cultivos regionales y otras cadenas agroindustriales, la participación sería mayor. Un aporte más que necesario considerando que, según cifras de aduana, el valor de las exportaciones totales de bienes de Argentina durante 2020 cayó a su nivel más bajo desde el año 2006.
Para 2021 no parece descabellado pensar en exportaciones agrícolas por US$ 32.000 millones, cifra que representa cerca de 7% del PIB, acercándose a los niveles de boom del año 2011. No obstante, especialistas del sector no ven factible que se supere el récord de volumen embarcado durante el año 2019, de más de 100 millones de toneladas entre todos los productos y una cantidad récord de barcos ingresando a los puertos del Paraná, ni siquiera imaginando una agresiva liquidación de stocks. En el mejor de los casos, la cifra estaría un 10% por debajo de aquella marca.
Asimismo, para las cuentas fiscales, el alivio es sustancial. La misma BCR proyectó semanas atrás que de mantenerse este escenario ingresarán a las arcas del estado en concepto de derechos de exportación unos US$ 8.500 millones, un 42% más que en la campaña anterior. Es casi medio punto del producto extra de recaudación, crucial en el objetivo de reducir el desequilibrio fiscal y encauzar un acuerdo con el FMI que aporte sustentabilidad macro.
Se trata también de buenos augurios para la amplia variedad de industrias conectadas con el campo, entre maquinaria, tecnología, agroinsumos, equipamiento, construcción, etc. Todo dependerá de que se mantenga el actual contexto de precios, cuyo mayor artífice es la demanda récord de China y la consecuente caída de los stocks de granos en Estados Unidos. En las últimas semanas el mercado de Chicago ingresó en una fase de consolidación, estabilizando la carrera alcista que mostró entre agosto y enero. Pero los grandes pilares de la tendencia -la recuperación económica y la amplia liquidez global- siguen firmes. Los próximos meses indicarán si sobreviene una corrección o se trata del movimiento previo a mayores subas, lo cual sería una gran noticia para Argentina.
Fuente: La Capital