El buque “Isla de los Estados”, jugó un rol clave en el Operativo Rosario del 2 de abril de 1982. En total, fueron 18 los marinos mercantes caídos durante el conflicto bélico.
Por Agustín Barletti
En noviembre de 2014 tuve el privilegio de unir las dos islas Malvinas a nado por el Estrecho de San Carlos. Tardé algo más de dos horas y tocó nadar con el agua a dos grados de temperatura. Esta aventura fue luego relatada en mi libro “Malvinas entre brazadas y memorias”.
La experiencia demostró en mi caso que la natación fue solo un vehículo que posibilitó conocer de cerca y amar aún más la gesta de Malvinas y a cada uno de los héroes que entregaron sus vidas a la patria. En la semana que permanecí en Malvinas, pude conocer de primera mano varias historias de este conflicto bélico que nos marcó a fuego para siempre.
Por trágicos motivos, quienes se vieron obligados a nadar en las aguas del estrecho de San Carlos, fueron los cuatro tripulantes que lograron escapar del buque mercante “Isla de los Estados” el 10 de mayo de 1982. Esa noche, el buque fue sacudido por tremendas explosiones en el interior que generaron una impresionante bola de fuego donde ardieron 19 hombres, la mayoría obreros marítimos pertenecientes a la marina mercante nacional. Su carga de munición de artillería y los 325.000 litros de combustible en tambores aceleraron la catástrofe.
Paradójicamente, la fragata inglesa “Alacrity”, que provocó el hundimiento también estaba en una misión heroica. El almirante Woodward, jefe de las fuerzas navales británicas, la había enviado al estrecho de San Carlos para cerciorarse de que el lugar elegido para el desembarco estuviese libre de minas.
La orden dada al comandante de la fragata, el capitán Christopher Craig fue navegar la zona en zigzag de norte a sur en busca de minas, es decir, una verdadera misión suicida. Lamentablemente, esa noche durante el recorrido, la “Alacrity” se topó con nuestro “Isla de los Estados”, y le descargó una docena de proyectiles de 4,5 pulgadas que impactaron en su banda de estribor y produjeron la fatal explosión. La valentía demostrada por el capitán Craig, no fue lo suficientemente grande como para acercarse al buque que se hundía y rescatar eventuales sobrevivientes. Su desidia fue responsable al menos de la muerte de varios marinos argentinos. Varios años después, se supo que Craig, había salido huyendo a toda velocidad porque pensó que todo el estrecho estaba plagado de tropas argentinas.
Con la explosión, producida cerca de la medianoche, la mayoría de los tripulantes falleció al instante. Habían finalizado su cena, dormían en sus camarotes y no tuvieron tiempo para reaccionar. Los únicos con posibilidad de sobrevivir fueron quienes se encontraban en cubierta y el puente de mando, como los capitanes Alois Payarola y Tulio Panigadi, el oficial Jorge Bottaro, el mayordomo Omar Sandoval, y los marineros Alfonso “el gallego” López, Olveira, y Antonio Cayo. Entre los marineros consiguieron lanzar al agua una de las balsas inflables porque los botes salvavidas estaban inutilizables. López fue el primero en arrojarse al vació sin posibilidad de errarle a la balsa puesto que no sabía nadar. Con el objetivo cumplido, llegó el turno del mayordomo cuya zambullida impactó de lleno con el casco del buque y lo arrojó inconsciente al mar sin que sus compañeros pudiesen hacer nada para salvarlo. Luego saltaron Panigadi y Bottaro.
Tras una recorrida en busca de sobrevivientes, Payarola fue el último en arrojarse al agua, aunque prefirió nadar a ciegas hacia un punto de donde provenían gritos desesperados, era la balsa de Olveira y Cayo quienes tomándolo de sus mojadas ropas lo ayudaron a abordar. No obstante, como los daños sufridos por esa balsa hacían peligrar su estabilidad, Payarola decidió arrojarse nuevamente a las heladas aguas y nadar a la otra balsa en la que se encontraba López, quien había podido rescatar a Panigadi y Bottaro.
Una de las clásicas corrientes del estrecho se hizo presente y alejó la balsa de la zona del hundimiento. Ya no se escuchaban más voces, solo el ruido del mar tragándose el “Isla de los Estados” con la mayor parte de sus tripulantes a bordo.
Con la costa a la vista, los cuatro sobrevivientes comenzaron a remar con desesperación, si no lograban acercarse, la corriente los llevaría mar adentro y no tendrían posibilidad de salvarse. Sin consulta previa y producto de la desesperación, el capitán Panigadi se arrojó al mar para ganar la costa a nado y casi de inmediato lo imitó Bottaro, el único que poseía un chaleco salvavidas. Payarola, más prudente, optó por no abandonar la seguridad del bote quizá porque ya había probado hasta qué punto eran frías esas aguas. Bastante más cerca de la costa se arrojó al mar, y con una cuerda remolcó la balsa con el marinero López, imposibilitado de nadar. Una vez alcanzada la playa de la isla Cisne, siguieron con la vista impotentes al capitán Panigadi cuya trayectoria de nado se había desviado notoriamente por la corriente sin posibilidades de tocar tierra. Por su parte, el oficial Bottaro logró alcanzar la costa con severos signos de hipotermia, que le provocarían la muerte horas después. De la segunda balsa y sus dos ocupantes, jamás se volvió a tener noticias.
Seis días después, tras soportar bajísimas temperaturas y con agua de lluvia como único alimento, Payarola y López, únicos sobrevivientes de la tragedia, fueron rescatados por otro buque mercante, el “Forest”, que había sido requisado a los ingleses el 2 de abril.
El “Isla de los Estados”, jugó un rol clave en el Operativo Rosario del 2 de abril de 1982. Formaba parte del Grupo de Transporte, y obedecía al capitán de navío Alejandro Estrada. Tuvo el honor de ser el primer buque mercante que atracó en las islas, el 2 de abril al mediodía.
En total, fueron 18 los marinos mercantes caídos durante el conflicto bélico, 15 de ellos, pertenecían a la tripulación del “Isla de los Estados”.
A 40 años de la gesta de Malvinas, la Argentina no debe olvidar nunca a estos trabajadores marítimos, que sin pertenecer a ninguna de las Fuerzas Armadas intervinieron en el conflicto, se ofrecieron voluntariamente para tripular los buques mercantes, y asistieron con vitales tareas de apoyo y aprovisionamiento a las islas.
Fuente: Transpòrt & Cargo, El Cronista